lunes, 28 de marzo de 2011

La intervención militar en Libia y la No-intervención en la Guerra Civil española

Antoni Puig Solé
Rebelión

Algunos de los defensores de la intervención militar extranjera sobre Libia, han querido justificar su posición con un recordatorio de las consecuencias dramáticas que tuvo la política de la No-Intervención en la Guerra de España de 1936-39.

Entiendo que en una cuestión de tanta envergadura, todos aquellos que toman posición utilicen los recursos que consideren más oportunos. Ahora bien, no veo legítimo falsear la historia i/o hacer juegos de palabras.

Por eso, no puedo dejar de recordar que en 1936 la crítica a la “No-Intervención” no se fundamentó en la falta de participación militar directa de los países europeos en España. Este tipo de “ayuda” nunca se solicitó. Dolores Ibarruri, en su libro autobiográfico “El único camino” recuerda que “El Gobierno republicano español no pretendió jamás del gobierno francés ni asistencia, ni ayuda activa”.

Los republicanos se dedicaron a criticar el incumplimiento de los acuerdos comerciales que determinados países habían subscrito anteriormente con el gobierno legítimo salido de las urnas.

Para no respetar sus compromisos, los “No-Intervencionistas” tomaron como excusa el carácter civil de la guerra que habían desencadenado los fascistas. Un argumento que guarda similitud con los que ahora, en boca de Berlusconi, utiliza Italia para no cumplir el pacto de no agresión subscrito con Libia.

Las potencias “No-Intervencionistas” alegaban que no querían favorecer a ninguno de los bandos en conflicto. Con esta falsa neutralidad, también se desatendieron las peticiones de armamento, especialmente aviones, que tanto necesitaba el pueblo español para combatir a los sublevados.

Pero la “No-Intervención” sólo se aplicó con el bando republicano y no se hizo lo mismo con los abastecimientos de los rebeldes fascistas.

El problema más importante de la “No-Intervención” fue, en todo caso, que con ella no se evitó la participación directa de los imperialistas alemanes e italianos que con sus aviones y sus bombas masacraron el frente de batalla y la población civil y con sus submarinos hundieron a los barcos republicanos. De hecho, España fue el primer caso de intervención imperialista directa de las fuerzas militares en ascenso en una guerra civil. Esto si que tiene puntos de coincidencia con las intervenciones militares a las que ahora asistimos en Libia.

La presencia extranjera en España, no quedó limitada a la intervención alemana e italiana: Los generales fascistas, sacaron de las tribus del Rif a los hombres de más bestiales instintos con los que invadieron la Península, prometiéndoles todo tipo de trofeos, para que combatieran ferozmente a los republicanos.

Este conjunto de acontecimientos llevaron al PCE a considerar la guerra española como “una Guerra por la independencia nacional”. Nada más alejado de las “revoluciones exportadas” a través de los tanques que antaño defendían los prosoviéticos y de las democracias impuestas a golpe de bomba que ahora algunos Pro-Intervención defienden.

A estas alturas, ya son muchos los historiadores que han reconocido que la mal denominada “No-Intervención” fue de hecho una de las principales formas que revistió la intervención extranjera contra el pueblo español, y una de las principales causas de su derrota.

En la Guerra de España hubo una presencia internacional solidaria de personas procedentes de otros países a través de las Brigadas Internacionales. Pero los brigadistas nunca actuaron bajo bandera extranjera. Lo hicieron al servicio de la república y a las órdenes de los mandos republicanos. Aún así, las fuerzas reaccionarias internacionales los acusaron de “mercenarios”. Finalmente los republicanos optaron por separarlos del frente de combate y organizaron su salida del país. Con esta actuación esperaban que las potencias internacionales “No-Intervencionistas” obligaran la retirada de las tropas extranjeras que apoyaban al fascismo. Pero esto nunca sucedió.

Seguramente algunos dirán que la Unión Soviética sí que “intervino” en la Guerra de España. Puede ser que incluso añadan que “su intervención” es algo que deberíamos agradecer. Esta visión no es del todo correcta y está muy influida por la propaganda fascista. Una cosa es la ayuda y otra totalmente distinta la intervención militar.

La URSS defendió a la república española en todos los terrenos de la arena internacional donde podía llegar su voz, mantuvo y amplió las relaciones comerciales frente al bloqueo de los No-Intervencionistas e hizo llegar unas armas, sin las cuales la defensa de Madrid hubiera sido imposible. Pero la URSS nunca intervino militarmente de manera directa.

Nadie puede ignorar que la ayuda soviética tuvo episodios contradictorios y momentos negros, entre los que encontramos el asesinato de Andreu Nin, según parece, a manos de agentes soviéticos. Pero este asesinato se llevó a cabo contraviniendo la legalidad republicana. Fue, además, un hecho abominable que nos alerta de los riesgos que se corren incluso en los casos en los que no hay intervención militar directa. Imaginémonos entonces, cuál es la situación cuando las potencias extranjeras no se limitan a mantener contratos comerciales y a mandar asesores sino que intervienen directamente haciendo ostentación de su superioridad militar.

La república española seguramente hubiera estado de acuerdo con “la No-Intervención” si esta a) hubiera mantenido las mismas relaciones comerciales que se tenían antes de la revuelta, b) hubiera cortado las vías de abastecimiento de los rebeldes y c) hubiese impedido la participación militar de potencias extranjera en el territorio, en el cielo y en el mar español. Nada de esto tiene que ver con los ataques actuales sobre Libia, que con la excusa de evitar la circulación aérea destruyen las defensas terrestres y los tanques de uno de los bandos. Esta intervención , en todo caso, recuerda la que perpetraron alemanes e italianos en España.

Blog del autor: http://apuigsole.blogspot.com/